sábado, 3 de noviembre de 2018

Diversos artículos sobre ciencia

Un grupo de amigos estamos desarrollando algunos artículos intentando conciliar la ciencia con la espiritualidad...


LA EVOLUCIÓN DE LAS ESPECIES

Una visión espiritual sobre la teoría de Darwin

 

Introducción
En el ámbito de la biología, evolución es el proceso de cambios o transformaciones que, a lo largo del tiempo, ha originado la diversidad de formas de vida que existen sobre la Tierra, a partir de un antepasado común. Parece que esta teoría es ampliamente aceptada hoy en día, en el Siglo XXI.

No obstante, la última encuesta realizada en Estados Unidos, a principios de 2018, revela que ya sólo el 35% de los habitantes rechaza la teoría de la evolución de las especies y sigue aceptando las teorías creacionistas, basadas en los textos sagrados, según las cuales todos los seres vivos fueron creados por un ser superior tal como los conocemos en la actualidad.
Puede parecer increíble, pero este porcentaje ha disminuido bastante en los últimos años.

La misma comunidad científica estadounidense desarrolló una nueva teoría llamada “El diseño inteligente”, avalada por el “Discovery Institut”, de Estados Unidos, según la cual se acepta la evolución como un hecho demostrado, pero una evolución dirigida por el Creador.

Y es que pensar que todas las especies existentes actualmente en la Tierra, hayan aparecido gracias a cambios favorables producidos al azar, como propuso Darwin en su momento, es también igual de increíble.

Objetivos
Por ello, nuestra intención, desde el punto de vista de la Escuela Espiritual de la Rosacruz Áurea, es intentar llegar a la esencia de ambas posturas, la Ciencia y la Religión, y si es posible llegar a una Teoría que abarque a ambas.

No es nuestra intención adentrarnos en la teoría del Diseño Inteligente, que consideramos un “creacionismo enmascarado”, sino dar un paso adelante y aportar elementos que puedan explicar el hecho evolutivo desde una óptica más amplia que la puramente material, sin obviar esta misma.

Método
Para ello vamos a intentar adentrarnos en las diferentes teorías evolutivas y aportar experiencias que desde el propio mundo de la ciencia avalan nuevos datos. Con ello podremos avanzar un paso más en las teorías evolucionistas dándoles una dimensión más espiritual y englobando, con ello, al escepticismo que los creacionistas han manifestado.

Nuestro objetivo, digámoslo claramente desde el inicio de la exposición, es avalar los pensamientos de Lamarck cuando expresó que “la función crea el órgano”.

Exposición
Es interesante saber, antes de profundizar en el asunto, que Darwin llegó a las conclusiones de su teoría cuando era joven y se enroló en el Beagle, un barco destinado a dibujar la costa americana para los navegantes, pero que no publicó su teoría hasta 25 años después.
¿Por qué le costó tanto a Darwin decidirse?
¿Por qué necesitó recopilar el máximo de pruebas posibles antes de publicar su teoría?
Es más, ante la indecisión de publicar, otro científico, Alfred Wallace, que llegó a las mismas conclusiones, le animó a que publicaran juntos la teoría del “Origen de las especies”.
Y es que Darwin era un hombre religioso, creyente, y se resistía ante la evidencia de que su teoría contradecía los textos bíblicos.
Por ello, el propio Darwin tenía dudas y contradicciones y las manifestaba. Había elementos, situaciones, casos que no coincidían con su teoría y no se atrevía a dar el paso.

Definamos qué dice la teoría evolucionista tal como la enunció Darwin para ir entrando en materia.
Las diferentes especies cambian su forma física con el tiempo hasta formar nuevas especies. Estos cambios son graduales. Es decir, y por seguir un ejemplo muy utilizado, cuando las jirafas con cuello pequeño (quizás parecidas a los caballos o a las cebras) no llegaban a las hojas de los árboles de las que se alimentaban, aparecían ejemplares con un cuello un poco más largo. Y poco a poco iban apareciendo nuevos individuos mejor “adaptados” a las condiciones necesarias para alimentarse: “llegar a las hojas de los árboles”. Y así, poco a poco, de manera gradual, aparecían las jirafas en escena en un mundo en el que nunca antes habían existido las jirafas.
Es más, como el antecesor de la jirafa ya no existía, encontramos fósiles de animales del pasado que ya no existen en la actualidad.

Pero, la pregunta crucial, que siguen haciéndose los científicos es:
¿Cuál es el motor que ha movido la evolución?
¿Qué ha hecho posible que las jirafas estiraran su cuello?

Seguro que muchos de los lectores estarán pensando en este momento una evidencia clara: “la necesidad”.
La necesidad de tener el cuello largo hizo que las jirafas estiraran su cuello y alcanzaran las hojas. Y además, estas jirafas que estiraron su cuello tuvieron descendientes con cuello largo.

¡Pero no!
Esta no es la solución que aportó Darwin.

Esta solución que nos parece tan evidente y que muchos de nosotros y una gran parte de los científicos seguimos utilizando en el lenguaje coloquial, fue propuesta por Jean Baptiste de Lamarck en el año 1809, es decir, 50 años antes que Darwin.

Efectivamente, Lamarck lanzó la teoría de que las especies cambiaban con el tiempo y el motor que las empujaba a cambiar era la necesidad de adaptarse a las nuevas condiciones ambientales. Pero esta teoría no prosperó y es justamente la que queremos retomar.
Pero antes de ello, profundicemos en cómo las teorías darwinistas, actualmente las más aceptadas, llegaron a sus conclusiones.

El abuelo de Darwin creía en estas teorías evolucionistas postuladas por Lamarck y seguramente influyó en el joven Darwin a tener una mente más abierta y a buscar respuestas a las preguntas que flotaban en el ambiente y que no tenían solución.

Al oír hablar de evolución, rápidamente asociamos esta palabra con el nieto de Erasmus Darwin, es decir, Charles Darwin (naturalista inglés, 1809-1882) y su Teoría sobre la Selección natural.
Su reconocimiento no es tanto por lanzar la teoría de la evolución, que ya hacía años que se hablaba de ella, sino debido a que acumuló una cantidad importante de evidencias en apoyo de esta teoría. Pero ni siquiera él acuñó el término evolución, el cual fue utilizado, por primera vez, por el biólogo y filósofo suizo Charles Bonnet (1720-1793) en su obra Consideraciones sobre los cuerpos organizados, publicada en 1762.
El trabajo de Darwin ejerció una influencia decisiva sobre las diferentes disciplinas científicas y sentó las bases para la construcción de la biología como ciencia.
También influyó en nuestra manera de percibir al mundo y al hombre (Revolución Industrial, finales del siglo XVIII y principios del XIX). Probablemente, sea una de las revoluciones científicas que más efecto ha tenido sobre la cultura humana. Con la posible excepción de la teoría heliocéntrica postulada en el siglo XVI por Nicolás Copérnico (De Revolutionibus Orbium Coelestium), y apoyada por las observaciones telescópicas de Galileo Galilei, en el XVII.

Pues bien, basado en las observaciones de los pinzones de las islas Galápagos, que tenían pequeños cambios morfológicos muy evidentes según el tipo de alimentación, y observando también las tortugas con diferentes tipos de caparazón y tamaño del cuello, todas ellas con un antepasado común evidente, buscó la explicación a cómo era posible que se produjeran esos cambios si no era por la necesidad.

Y la solución la encontró en un libro de economía escrito por Maltus, según el cual, cuando nacen más individuos que comida disponible, muchos mueren y, evidentemente, morirán los más débiles, los que tengan menos posibilidades de conseguir el alimento.

Por otra parte, pensó en cómo los seres humanos hemos cultivado especies vegetales, como el trigo, o la cebada, seleccionando siempre los mejores granos y desechando los peores, de manera que los nuevos cultivos eran cada vez más productivos. Igualmente se ha hecho con el ganado.
A este método de seleccionar los mejores ejemplares lo llamamos “selección artificial” realizada por los humanos.

Con todo ello, Darwin confeccionó su teoría de la evolución, siendo el motor lo que llamó la “selección natural” basada en tres principios.
1-   En cada generación nacen más individuos que los que pueden sobrevivir, según las condiciones de alimentación accesible o bien según los depredadores que se alimentan de ellos.
2-   Los individuos que nacen, nunca son todos iguales sino que siempre presentan algunas diferencias unos respecto de otros.
3-   Sólo los más fuertes, o los mejor adaptados a las condiciones de vida, sobrevivirán y solo ellos conseguirán reproducirse, por lo que la especie irá cambiando poco a poco su morfología.

Esta teoría coincidía totalmente con sus observaciones y con las numerosas pruebas que aportó. Al llegar los pájaros o las tortugas a las islas, con unas condiciones totalmente nuevas y separados de sus progenitores del continente, empezaron a experimentar cambios que a lo largo del tiempo condujeron a la aparición de nuevas especies.

La pregunta ahora era, ¿cómo aparecían los cambios en las especies si no era por necesidad?
La respuesta fue: “por azar”. Y se sigue pensando que es así.

La aceptación de esta teoría costó mucho en una sociedad religiosa. Especialmente cuando en su segunda publicación, “El origen del hombre”, Darwin se atrevió a sugerir que quizás los seres humanos procedemos de unos antecesores comunes parecidos a los actuales gorilas y no de Adán y Eva.

La explicación al enigma sobre cómo se producía la variación la aportó ya en el siglo XX la genética. Pues la información de las formas de los distintos seres vivos está contenida en el núcleo de las células, concretamente en una molécula conocida como ADN, que conforma lo que llamamos “genes”. Los genes contienen la información para que las células fabriquen las proteínas que configuran las formas de los seres vivos. Y estos genes están sometidos a continuas mutaciones o cambios que provocarán, al azar, un cambio consecuente en las proteínas y por tanto en las formas de los seres vivos.

Con esto, y con una sociedad con una apertura mayor en el siglo XX, quedó zanjado el tema con la teoría que ha venido en llamarse “Teoría neodarwinista o teoría sintética”, pues lo que hace es explicar la teoría de Darwin en base a la genética.


Recopilemos las ideas explicadas y démosles un orden cronológico. Realicemos un viaje fugaz por la historia del pensamiento evolutivo occidental.
Nuestro itinerario comienza, como es lógico, en la Grecia Antigua, con los filósofos Anaximandro de Mileto (611-547 a.C, siglo VI.), discípulo y continuador de Tales, y Aristóteles (384-322 a.C., siglo IV), discípulo de Platón.
Permítannos un pequeño inciso para comentar que estos filósofos griegos fueron iniciados en el antiguo Egipto de donde parece que emana gran parte del pensamiento occidental.
Anaximandro tenía una concepción del mundo biológico en la que el origen y la transformación de las especies eran el resultado de procesos naturales: todas las cosas vivas se encuentran relacionadas y éstas cambian en el transcurso del tiempo.
Anaximandro pensaba que el principio de todas las cosas era el Áperion -lo indeterminado, lo infinito- que concebía como una fuente inagotable de energía que genera todas las cosas existentes, las une y las transforma unas en otras, y a la cual todas retornan, según un ciclo necesario.
El principio de todas las cosas es lo indeterminado, Áperion. Ahora bien, allí mismo donde hay generación para las cosas, allí se produce también la destrucción, según la necesidad; en efecto, pagan las culpas unas a otras y la reparación de la injusticia, según el orden del tiempo.”

Afirmaba que las primeras especies animales de las que han ido derivando las demás, entre ellas el hombre deriva de los peces, surgieron del elemento húmedo calentado por el Sol. Decía que: “las criaturas vivas surgieron del elemento húmedo al ser evaporado por el Sol”.
Sin embargo, estas ideas eran en gran medida desconocidas en Europa en el siglo XIX, momento en el que se forjó la teoría sobre la evolución.

Más de un siglo después, Aristóteles -quien puede considerarse el primer gran naturalista- propuso que el orden natural era eterno y que los seres vivos eran entidades perfectas e inmutables que podían ser ordenados en una jerarquía ascendente, conocida como Scala Naturae o Escalera de la Naturaleza. En ella, las criaturas más simples ocupan el peldaño más bajo, el hombre el más alto y todos los demás organismos ocupaban los lugares adecuados entre ambos.
Hasta finales del siglo XVIII, muchos naturalistas consideraban que todos los seres vivos eran producto de un único acto de creación (creación espacial), de acuerdo a las enseñanzas del primer libro del Antiguo Testamento, Génesis, y que la Scala Naturae de Aristóteles representaba el orden natural.

Aquí vemos ya el conflicto entre evolucionismo y creacionismo.
Y, en ese mismo siglo, la teoría del geólogo James Hutton (1726-1797) sobre la Historia de la Tierra (teoría del Uniformismo, 1788) preparó el camino para la teoría de la evolución.

El naturalista francés Jean Baptiste de Monet, caballero de Lamarck (1744-1829) fue el primer científico moderno en elaborar, un conjunto de teorías explicativas de la evolución.
En 1809, en su libro Filosofía zoológica, propuso el principio de transformación gradual de las especies. Según Lamarck, esta progresión (o evolución para utilizar el término más moderno) depende de dos fuerzas principales:
·        La primera, la Herencia de los caracteres adquiridos. Los órganos se hacen más fuertes o débiles, por su uso o desuso, respectivamente, y estos caracteres adquiridos se transmiten a la descendencia. Su ejemplo más famoso es el del cuello de la jirafa ya mencionado.
·        La segunda, un sentimiento interior: un esfuerzo inconsciente que impulsaba a cada criatura viva hacia un grado de complejidad mayor. Con Lamarck, la escalera natural de Aristóteles se había transformado en lo que describiríamos como una suerte de escalera mecánica, que ascendía constantemente impulsada por una voluntad universal.

Con esta teoría, quedó cada vez más evidente, para todos, que los seres vivos cambian con el tiempo. No son formas fijas.
Pero la sociedad de la época no estaba preparada para entender esta teoría y fue duramente criticada y ridiculizada.

Como ya hemos explicado al principio de este artículo, a mediados del siglo XIX, Charles Darwin (1809-1882) y Alfred Russell Wallace (1823-1913), dos naturalistas ingleses, llegan a la conclusión de forma independiente de que el motor de la evolución había sido la selección natural. Argumentando, además, un origen común de las especies.
En 1858, presentan conjuntamente sus ideas sobre la Evolución por Selección natural en la Sociedad Linneana de Londres, en un artículo titulado: “Sobre la tendencia de las especies a crear variedades, así como la perpetuación de las variedades y de las especies por medio de la selección natural”. Presentación que no recibió demasiada atención. Pues ni Darwin ni Wallace pudieron explicar cómo ocurría la evolución, ni cómo pasaban las variaciones de una generación a otra.

¿Qué ocurrió después de Darwin y Wallace?
Con el redescubrimiento de las Leyes de la Herencia de Gregor Mendel, en 1900, la genética proporcionó algunas de las respuestas a ciertos elementos que, el propio Darwin señalaba en su publicación El Origen de las Especies como puntos flacos de su teoría.
Entre los años 1930 y 1940 surge la Teoría Sintética o Neodarwinismo que sostiene que la evolución se produce por la variabilidad genética y la selección natural. Los principales artífices fueron el genetista Theodoius Dobzhansky (1900-1975), el zoológo Ernst Mayr (1904.2005) el paleontólogo George G. Simpson (1902-1984) y el botánico George Ledyard Stebbins, todos ellos de los Estados Unidos.
Con los avances de la ciencia en el último siglo, dicha teoría que constituye la piedra angular de la biología moderna, continúo desarrollándose y refinándose.

Mencionemos la Teoría del Equilibrio Puntuado, también denominado Equilibrio interrumpido, propuesta en 1972, por los paleontólogos estadounidenses  Stephen Jay Gould y Niles Eldredge. Según esta teoría la mayoría de los procesos evolutivos están compuestos por largos períodos de estabilidad, interrumpidos por episodios cortos y poco frecuentes de saltos cualitativos.

Este viaje termina con el modelo SyNaDe de la Macroevolución, propuesto en 2011 por Ulrich Kutschura, fisiólogo alemán. Según esta teoría, la simbiogénesis (Teoría simbiótica de Lynus Margulis), la selección natural y la dinámica de la Tierra (tectónica de placas) han sido y continúan siendo las fuerza claves de la macroevolución de nuestro planeta. La macroevolución engloba procesos que afectan a grupos taxonómicos superiores, es decir, explica el paso de reptiles a aves, o de reptiles a mamíferos, difícilmente explicable por la teoría microevolucionista de Darwin, pues, ¿cómo explicar a base de pequeños cambios favorables el paso de la dentadura de los reptiles a la perfecta dentadura especializada de los mamíferos? Los cambios intermedios de una a otra no serían viables y los individuos morirían por no poder masticar adecuadamente. ¿O cómo podrían crecer las alas a un reptil de manera gradual? Los pasos intermedios no serían viables, incluso molestos y no prosperarían.

Pero todas estas últimas teorías no hacen más que dar explicación a los puntos débiles de la teoría neodarwinista, que es la que está totalmente aceptada. Así, la evolución biológica es definida por un sistema de teorías que explican los diversos aspectos de este proceso que Darwin y Wallace describieron en 1858.
La gran cantidad de evidencias acumuladas ha convencido a los biólogos de que la Tierra tiene una larga y rica historia de alrededor de 4600 millones de años y que se entrelaza con la historia de la vida, a partir de su origen.

Parece claro que todos los organismos vivos aparecieron en el curso de esa historia a partir de formas anteriores por azar, con ayuda de la selección natural, sin la necesidad de un ser superior, llamémosle Dios.

Pero, como ya hemos dicho en la introducción, ante la complejidad y belleza de la vida, lo más lógico es pensar en un gran diseñador. Y de ahí el resurgir de las teorías creacionistas.
Ciertamente, el organismo más simple, la primera bacteria que supuestamente aparecería hace 3.800 millones de años, ya era mucho más compleja que el más sofisticado de los relojes actuales.
Y es ridículo pensar que un reloj se arme a sí mismo, espontáneamente, a base de ensayos y errores, por azar, ni siquiera durante miles de millones de años. Un reloj presupone un relojero.

A finales de la década de 1980, la polémica referente al origen de la vida y al origen del hombre se reavivó.
En 1989 se publicó el libro  Acerca de Pandas y Gentes (Of Panda and People) cuya pretensión era corregir los errores y las debilidades de la teoría evolutiva partiendo de un punto de vista no materialista. En este libro se defiende la idea de una Inteligencia Superior que dirige la Evolución. A partir de su publicación, un nuevo movimiento anti-evolucionista fue expandiendo su influencia, dando lugar a una interpretación alternativa, a la que se denominó Teoría del Diseño Inteligente que presupone una Evolución constantemente dirigida por un Diseñador.

De igual modo que se requiere una inteligencia para formular leyes humanas, que ordenan las sociedades, así también es necesaria una inteligencia para establecer las complejas leyes que rigen el universo.
Aunque, como hemos dicho, esta última teoría ha sido tachada de “Creacionismo enmascarado”, parece que está intentando irrumpir en la sociedad científica, desde los movimientos cristianos conservadores, especialmente de Estados Unidos.

Una visión espiritual
Pero nos gustaría adentrarnos en una nueva Teoría. Una teoría sobre la evolución, partiendo de las ideas y las observaciones de Darwin y los neodarwinistas, pero sin olvidar las aportaciones de Lamarck.
La evolución es un hecho demostrado.
La selección natural actúa irremediablemente favoreciendo a los individuos mejor adaptados a las condiciones en las que viven.
La variabilidad se debe a las mutaciones que sufren las moléculas de ADN portadoras de la información acerca de cómo se forma cada individuo.

Pero, ¿cómo es posible que a base de pruebas y errores surjan individuos tan perfeccionados como los mamíferos, o las aves, o la belleza de las plantas con flores, o la consciencia de los seres humanos?
¿Dónde está la pieza del puzle que nos falta?
¿Cuál ha sido el motor que ha movido la Evolución?
¿Qué propone la sabiduría espiritual de todos los tiempos como solución al conflicto entre la Ciencia y la Religión?

Lancemos una nueva Teoría complementaria a la del Neodarwinismo que explique cómo avanzó la evolución de manera tan rápida, pues el azar no sólo no convence sino que ha quedado demostrado que es imposible.
Sir Fred Hoyle, reconocido cosmólogo y físico, calculó la probabilidad de ese azar: "El que a partir de una única célula, a base de ensayos y errores, aparezca un ser humano como lo conocemos, con su consciencia, equivale a que un huracán entre en un desguace y que a su paso deje un avión montado, como los que conocemos, capaz de volar". Ni siquiera en 3800 millones de años sería posible.
Para que un ciego, a base de ensayos y errores, es decir, por azar, sea capaz de montar un cubo de Rubik, a razón de un movimiento por segundo, se necesitarían tres veces la edad del Universo. Cálculo realizado y explicado por Fred Hoyle.

El biólogo Rupert Sheldrake ha desarrollado una nueva idea, hablando y demostrando la existencia de los campos mórficos.

Un campo mórfico es como un patrón o estructura energética que organiza la vida de los miembros de todas y cada una de las especies existentes y que se encarga de “informar” a las células sobre cómo deben disponerse para formar al individuo de cada especie, determinando los movimientos, tendencias y comportamientos de todos los ejemplares de la misma.

El campo mórfico no se encuentra en los genes, sino que se ubica en el exterior de cada individuo concreto. Es un campo energético, depositario de la información esencial que permite que la vida se desarrolle. Es lo que pone orden en la naturaleza.
Podemos afirmar que todos los seres vivos son, en realidad, campos de energía. Campos de energía que contienen gran cantidad de información.

Los genes, por sí solos, no definen el cuerpo completo y sus funciones, sino solo las partes que lo componen, las proteínas en su estructura primaria.

Tradicionalmente ha habido tres corrientes filosóficas sobre la naturaleza biológica de la vida: el vitalismo, el mecanicismo y el organicismo u holismo.
Esta última niega que los fenómenos de la naturaleza puedan ser reducidos exclusivamente a leyes físico-químicas, ya que éstas no pueden explicar la totalidad del fenómeno vital.
Reconoce la existencia de sistemas jerárquicamente organizados con propiedades que no se pueden comprender mediante el estudio de las partes aisladas, sino en su totalidad e interdependencia.
En cada nivel, el todo es más que la suma de las partes.
Estudiando los componentes aislados de un reloj no explican el funcionamiento del mismo. Cuando cada pieza está correctamente colocada en su sitio, ejerciendo su función individual y le proporcionamos energía, todo unido hace surgir una propiedad nueva, que es la función del reloj completo, es decir, dar la hora.

Los campos mórficos actúan sobre la materia imponiendo patrones, de manera que las posibles combinaciones resultantes del azar tienen una tendencia determinada.

Los campos mórficos funcionan modificando la probabilidad de sucesos puramente aleatorios. En vez de una gran aleatoriedad, de algún modo la enfocan, de forma que ciertas cosas ocurren en vez de otras.
Siguiendo el ejemplo del ciego empeñado en montar el cubo de Rubik a razón de un movimiento por segundo, si tras cada movimiento recibiera una señal, un bip, que le indicara si el movimiento ha sido acertado o erróneo, conseguiría todas las caras con sus colores en sólo un par de minutos.

De esta manera podríamos entender mejor la teoría de la evolución de las especies. 
Pues la evolución hacia formas más complejas se realizaría, no exactamente al azar, sino gracias a un “Propósito” que marcaría las líneas evolutivas hacia su mayor complejidad y perfección.
Pero, ¿de dónde viene ese “propósito”?

Esta teoría de los campos mórficos no nos sorprenderá si pensamos en cómo se materializan nuestros propios pensamientos.

Una persona tiene una idea, un pensamiento que responde a una necesidad. Piensa en ello y empieza a imaginar de qué manera darle forma a esa imagen de su pensamiento.
Así, cuando la imagen alcanza una cierta madurez, la persona de nuestro ejemplo, comienza a pensar en lo que necesitaría para convertir ese pensamiento en una realidad y va poniendo energía a este proyecto de creación, dedicándole todo el esfuerzo y el tiempo de ideación necesario para llevarlo a cabo.

Podemos ver cómo a cada acción le precede un deseo y un pensamiento.
El deseo es el motor de arranque, y el pensamiento constituye el plan para llevar al acto lo que empezó como una necesidad.

Para que el acto, la construcción, alcance el objetivo, es necesario que concuerde con el plan, con el pensamiento del que surgió la imagen.
Es necesario que pensamiento, deseo y voluntad, es decir cabeza, corazón y acción trabajen en armonía, al unísono.

Pues bien, lo que Sheldrake explica y demuestra científicamente como campos mórficos podría ser lo que la filosofía espiritual siempre ha denominado con otros nombres.

Hace 5.000 años los sabios hindúes, aparte de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua), definieron un quinto que los contiene a todos: akasa, matriz de toda materia y fuerza del universo. Es la misma idea que utiliza el biólogo Rupert Sheldrake para hablar del Campo mórfico. También Erwin Laszlo habla del campo psíquico profundo. Y hoy en día, otros muchos científicos trabajan con esta idea.

Erwin Laszlo dice que El campo akásico crea coherencia entre los distintos campos (electromagnético, gravitatorio, nuclear, cuántico y el de Higgs) y explica los misterios que las diversas ciencias compartimentadas no son capaces de explicar, por ejemplo: no se entendía cómo organismos complejos y completamente adaptados a su medio se transformaban en otras especies diferentes, capacidad sin la cual todavía seríamos algas marinas.

Los neodarwinistas hablan de mutaciones espontáneas, por azar.
Erwin Laszlo y otros científicos afirman que todo está autoorganizado, que el campo akásico está implicado en la evolución del universo.

Recordemos el ejemplo de las jirafas:
-       Los Lamarckistas dicen: Las jirafas han estirado el cuello porque necesitaban estirarlo, para llegar a las hojas. Sus descendientes nacieron con el cuello largo.
-       Los Darwinistas dicen: Nacieron muchas jirafas, unas con cuellos más largos y otras con cuellos cortos. Las que tenían cuellos cortos murieron sin tener descendencia. Las que tenían cuellos largos prosperaron y sus descendientes tenían cuellos largos
-       Las Neo-darwinistas dicen: la causa por la que nacen unas jirafas con cuello largo y otras con cuello corto es debido a las mutaciones que se producen en el ADN.
-       La teoría que presentamos, que complementa la de Lamarck sin olvidar a Darwin y que podríamos definir de “neo-lamarckismo” dice: Las jirafas con cuello corto no alcanzaban al alimento pero desearon con todas sus fuerzas tener el cuello un poco más largo para poder alimentarse. Ese deseo quedó grabado no sólo en los campos energéticos de la Tierra en forma de deseo, sino también en los genes que se vieron modificados. Este punto lo desarrollaremos a continuación hablando de la epigenética. Y los descendientes que tuvo esa jirafa, incluso antes de morir, mientras se alimentaba de las pocas hojas que quedaban a su alcance, tenían el cuello un poco más largo, pues el deseo de los padres se vio manifestado en la descendencia. La variabilidad de Darwin no se producía al azar, sino dirigida por la fuerza del deseo grabada en los campos energéticos de los que hemos hablado. Al final, la selección natural actuó favoreciendo a los mejor adaptados.

Los estudios de epigenética actuales nos llevan así a profundizar, de nuevo, en la teoría de Lamarck. El término de epigenética fue acuñado por Conrad Hal Waddington en 1942 para referirse al estudio de las interacciones entre genes y ambiente que se producen en los organismos.

Tras la finalización del Proyecto Genoma Humano en el 2003, los científicos se han dado cuenta de que hay mucho más en las bases moleculares del funcionamiento celular, el desarrollo, el envejecimiento y muchas enfermedades. La idea que se tenía hace pocos años de que los seres humanos y los demás organismos son sólo, fundamentalmente, lo que está escrito en nuestros genes desde su concepción, está cambiando a pasos agigantados, y la ciencia avanza para lograr descifrar el lenguaje que codifica pequeñas modificaciones químicas capaces de regular la expresión de multitud de genes.

La epigenética reinterpreta conceptos conocidos y desvela nuevos mecanismos mediante los cuales la información contenida en el ADN de cada individuo es traducida. Concepto a concepto, se está descifrando un nuevo lenguaje del genoma e introduciendo la noción de que nuestras propias experiencias pueden marcar nuestro material genético de una forma hasta ahora desconocida, y que estas marcas pueden ser transmitidas a generaciones futuras.
Dependiendo de la intensidad con la que vivimos nuestras experiencias, éstas pueden quedar grabadas en nuestros genes. El deseo, el anhelo verdadero, es fundamental para imprimir esa intensidad necesaria que impregnará los genes.

Para Lamarck, la observación de la naturaleza, donde los organismos se encuentran perfectamente adaptados al ambiente en el que se desarrollan, llevaba a la siguiente alternativa: o los organismos fueron creados con todas las adaptaciones a todos los ambientes existentes en la Tierra y estos ambientes no habían cambiado desde sus orígenes, como se aceptaba entonces; o los organismos se adaptaban a estos ambientes y por consiguiente iban modificando su estructura conforme el ambiente iba cambiando, como él proponía.

Lamarck, al tiempo que formuló la evolución de la vida, propuso un mecanismo por el que ésta evolucionaría. Para Lamarck la naturaleza habría obrado mediante "tanteos": "Con relación a los seres vivos, la Naturaleza ha procedido por tanteos y sucesivamente", y su teoría podría sintetizarse en los siguientes puntos: las circunstancias crean la necesidad, esa necesidad crea los hábitos, los hábitos producen las modificaciones como resultado del uso o desuso de determinado órgano y los medios de la Naturaleza se encargan de fijar esas modificaciones.

Podemos concluir, por tanto, que Lamarck había intuido parcialmente un campo de investigación conocido hoy en día por la ciencia: el de la epigenética.

Según la epigenética, las experiencias que un ser vivo tiene en un entorno dado operan cambios profundos en las regiones periféricas del ADN (epigenéticas, precisamente). Estos cambios contendrán información sobre los genes que se activarán en un entorno determinado, para garantizar el desarrollo de los caracteres fenotípicos más adecuados para la supervivencia.

En un estudio reciente, se observó la transmisión de caracteres epigenéticos en el gusano Caenorhabditis elegans (nematodo) en 14 generaciones, y es razonable pensar que mecanismos similares funcionan incluso en seres humanos.

Gracias a la epigenética sabemos que nuestras propias experiencias pueden marcar nuestro material genético y que estas marcas pueden ser transmitidas a generaciones futuras.

Pero todo empieza en esos campos energéticos de los que hablamos.

En la rosacruz denominamos a ese campo akásico o campo mórfico como “campo astral”.
Podemos decir que cada pensamiento ocasiona un fuego, un deseo, en ese campo astral o mórfico.
Y a través de él, empiezan a moverse las energías generadoras de vida, tradicionalmente llamadas éteres.
Es decir, la actividad mental enciende el fuego astral y éste pone en movimiento al campo etérico o campo vital, el cual reacciona liberando energías o éteres que penetran en el organismo físico, en los órganos, en los fluidos y en la sangre.
Así es como se generan las fuerzas que desarrollan las ideas y las materializan.

De la misma manera, en el origen del universo existe un Propósito, una Idea que se puede equiparar a un pensamiento.
Y como tal pensamiento comienza su proyección como imagen.
Podemos observar ese Pensamiento Universal en las Leyes de la Naturaleza, que es donde ha sido grabado.

Los científicos, en su empeño por descubrir las Leyes Universales que mueven toda la Naturaleza, se acercan al Pensamiento Universal, origen de toda la Creación, origen de toda la Evolución.

Conociendo las Leyes, conocemos el Propósito último.
Y podemos afirmar que una etapa de ese propósito sería el surgimiento de seres conscientes de sí mismos.
La autoconsciencia capaz de reconocer la eternidad que se manifiesta en el tiempo.
Y, por encima de la consciencia de sí mismo, el llegar a otros estados en los que, desde el ser individual, se pueda ser consciente del Todo.

El resto, son detalles accesorios que pueden conformar las formas en uno u otro sentido.

Para finalizar
Centrémonos ahora en la estructura de un ser que ha avanzado en el proceso evolutivo. Centrémonos en la estructura del ser humano, que se repite en casi todos los animales, a partir de un momento determinado de la evolución: cabeza, tórax y abdomen.

La Enseñanza Espiritual tradicional habla de tres santuarios: santuario de la cabeza, santuario del corazón y santuario de la pelvis (o de la vida). Son, realmente, tres centros importantes energéticos.

Al igual que alrededor de un imán se crea un campo magnético, que se extiende a gran distancia,
alrededor de la cabeza (chacras de la pineal, hipófisis y timo) se crea un campo mental, donde se manifiestan y residen los pensamientos y la memoria. Está demostrado que éstos no residen en el cerebro.
Alrededor del corazón (chacra del corazón) se genera un campo astral o emocional que alberga los sentimientos, deseos, emociones.
Y alrededor del santuario de la vida (chacras del plexo solar, órganos sexuales y sacro) un campo etérico, que vivifica todo lo físico.
Aunque todos ellos son tan extensos, y además se interrelacionan con los propios de la Madre Tierra, que aunque se forman en los tres santuarios mencionados, en realidad envuelven a todo el cuerpo físico.

En nuestra Tierra, de la que todos nos alimentamos, también existen esos mismos campos energéticos, que se extienden a gran distancia alrededor de la Tierra, que son concéntricos, y sus focos se encuentran en el núcleo mismo del planeta.
Y todo lo que ocurre en la Tierra queda grabado en los campos sutiles en forma de esencias, de núcleos de experiencias, de la misma manera que los pensamientos quedan grabados en el campo mental y los sentimientos y emociones en el campo astral.
El recuerdo grabado en los campos energéticos de la Tierra es esencial para que las formas se reconstruyan una y otra vez según la idea que las originó.

Puesto que todo se diluye y reconstruye a cada instante, si no hubiese un almacén de memoria no existiría la posibilidad de evolucionar, pues siempre estaríamos en el instante inicial.

De esa manera, todos los seres vivos, integrados en el campo gravitatorio de la Tierra, están impregnados de ese Pensamiento Universal que dirige la Evolución hacia una Inteligencia Superior.
La divinidad podría definirse como la Fuente que genera el Campo de los arquetipos a partir de los cuales surgirán las formas. 
La divinidad emite el pensamiento. Todo lo que viene después es la manifestación del pensamiento.

¿Cuál es entonces el motor de la evolución?
El motor que Lamarck no acertó a explicar con suficiente criterio, al hablar de la necesidad, de la función;
el motor que Darwin y los neodarwinistas intuían por la evidencia de las observaciones, pero que era absurdo en cuanto a la necesidad de la intervención del azar;
el motor que Stephen Jay Gould bautizó como la acumulación de tensiones que conducían a saltos cualitativos;
es el mismo motor que podríamos definir como “la fuerza del deseo, impulsada por un pensamiento”.
Todos estamos inmersos en un pensamiento. Todos deseamos ejecutarlo. Todos contribuimos al proceso de la Evolución.

Las Leyes Universales marcan las reglas del juego. El deseo, que anima el propósito de ejecutarlas, conduce a la reorganización de las formas para ejercer su función de la mejor manera posible.

El Reino Mineral (definido por las ciencias espirituales como “reino”, aunque no entra dentro de los cinco reinos definidos por la ciencia biológica), aporta los materiales para la construcción de todos los seres vivos en el mundo físico. Y, por ello, en sí mismo es perfecto.
Podríamos decir también que el Reino Vegetal ha llegado al máximo de su perfección evolutiva.
Los vegetales están compuestos de un cuerpo Físico, visible por nuestros ojos, y un cuerpo Vital o Energético, que lo anima.
Son seres perfectos que se alimentan de la luz del Sol, generando alimento para sí mismos y para todos los animales.

Los animales avanzan un paso más en la Evolución y desarrollan, además, un Cuerpo Emocional o Astral, un campo energético que alberga los deseos, las emociones. También, en este sentido, llegan al máximo de su desarrollo. Vemos a los animales, en general, integrados perfectamente en el desarrollo del planeta Tierra, en las Leyes Universales que lo organizan.

En un siguiente paso, los humanos y algún otro grupo de animales, desarrollan un cuarto cuerpo, formando así el Campo Mental, necesario para la autoconsciencia.

Conclusión
¿Y cuál sería el futuro de la Evolución?
Con lo dicho, y conociendo las Leyes Universales, podríamos concluir que, evidentemente la Evolución continuaría su progreso, en un futuro, hacia un nuevo tipo humano, un nuevo reino. Es así como la Evolución podrá seguir su curso, hacia un nuevo Campo Energético a partir de un Quinto Cuerpo.

Tanto la Ciencia como la Religión intentan comprender las Leyes Universales que rigen el Universo.
Esta tarea es ardua y compleja.
Pues se trata de Leyes que proceden de otro plano de existencia, manifestadas en nuestro mundo físico.
Necesitamos, para comprenderlas, elevarnos hacia esos planos mentales superiores. Y, con ello, entraríamos en una nueva espiral evolutiva.

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Apéndice
Para acabar este artículo quisiéramos rendir un pequeño homenaje a Charles Darwin quien, al igual que Lamarck, fue o mal comprendido o parcialmente interpretado. Pues es gracias a ellos que podemos avanzar en esta Teoría sobre la Evolución de las Especies. Gracias a la suma de todos los investigadores, de todos los que se han atrevido a lanzar sus teorías, aunque no fueran completas. Nunca las teorías son completas y tampoco pretendemos que lo sea la que ahora planteamos.

Leemos algunos escritos de Darwin que suelen ser obviados:
«Probablemente hay algo muy sublime en la concepción de que, en el germen de la vida que nos rodea, el creador sólo insufló a pocas formas o únicamente a una sola forma, tal como el hecho de que, mientras que nuestra Tierra se mueve en un círculo según las leyes de la gravitación, de un comienzo tan modesto generó y genera todavía un número infinito de formas de las más bellas y maravillosas»

Durante toda su vida, Darwin sólo se había interesado, de hecho, «en el cómo» de la evolución. Desde su punto de vista, el porqué sobrepasaba el entendimiento humano.
Un día escribió esto: «el secreto del comienzo de todas las cosas nos es inaccesible; y, en lo que se refiere a mí, debo decidir permanecer siendo un agnóstico».

No obstante, por su teoría, no sólo ha allanado el camino para una nueva y dinámica concepción del mundo, sino que, además, fuera de toda duda, ha puesto la base de una concepción totalmente nueva de Dios, de lo divino, aunque sin saberlo.

La tesis de Darwin «the survival of the fittest», la supervivencia de los más aptos, se ha interpretado muy rápidamente como «el más fuerte sobrevive». En realidad, quería decir que solo sobreviven aquellos organismos que se adaptan en su medio. De sus observaciones dedujo la «lucha por la existencia»; pero para él esto no era una ideología.
La cooperación y la simbiosis de los reinos vegetal y animal no le parecían menos importantes: el 80% de las plantas viven en simbiosis con hongos.

Según Charles Darwin, para el desarrollo futuro del género humano, la cooperación y la trascendencia son mucho más importantes que la competencia y el interés personal.
¡Una visión verdaderamente pionera!

Él veía que el amor, la comunidad, la empatía, la comunicación y la creatividad son los componentes decisivos del desarrollo humano.

Escribió: «Las aptitudes morales deben ser colocadas más arriba en la escala que las aptitudes intelectuales. Y las características morales se desarrollan, directa o indirectamente, por la influencia de los hábitos, de la razón, de la instrucción y de la religión, más que por la selección natural”.

En su obra, El Descenso del Ser Humano (1871), ya sólo se encuentran dos menciones a la «supervivencia del más apto» mientras que la noción amor se encuentra 95 veces y casi otras tantas veces expresiones como «afecto mutuo, ayuda recíproca y simpatía».

Durante su vida, Darwin no fue el defensor de una brutal maquinaria evolucionista por medio de la selección natural y de la supervivencia del más fuerte.
Su mensaje es que existe la esperanza en lo que concierne al destino superior del ser humano en el futuro, llevado por lo más elevado y mejor que hay en él: el amor.

Mucho tiempo después de su muerte, basándose sobre su teoría, unida al conocimiento de las partículas elementales y a la micro-física, se ha desarrollado una nueva y dinámica visión del mundo, de la humanidad.

Científicos interesados por la espiritualidad y teólogos de vanguardia avanzan concepciones que son aceptables para el ser humano de hoy, donde la imagen científica del mundo concuerda con una nueva y noble imagen de lo divino.
Es interesante observar cuántas de estas nuevas visiones del mundo coinciden, aunque sea sólo en parte, con la enseñanza universal intemporal, en la que Dios obra en todo lo que vive, englobándolo todo y a todos sin excepción alguna.

«Ser humano es devenir humano, son las manifestaciones progresivas del Espíritu divino en el mundo y en el ser humano». «La creación es un proceso incesante y no el evento que ocurrió en un lejano pasado».
(Th. Dobzhansky, biólogo evolucionista, neodarwinista)

«Cuanto más se avanza en la vida, tanto más uno cambia. Cuánto más se cambia, más se muere. Tal es la ley del devenir». (Teilhard de Chardin)



FUENTES
1. Charles Darwin, Die Entstehung des Arten (La formación de los tipos).
2. David Loye, «Darwin in Love – Die Evolutionstheorie in neuem Licht» (Darwin enamorado – La teoría de la evolución bajo una nueva luz), Arbor, 2005
3. Pierre Teilhard de Chardin, «Frühe Schriften» (Escritura temprana), Alber 1968.
4. Hans-Rudolf Stadelmann, «Im Herzen der Materie - Glaube im Zeitalter des Naturwissenschsften» (En el corazón de la materia – La creencia en la edad de las ciencias naturales), Wissenschaftliche Buchgesellschaft 2004.
5. Mathias Plüss, «Wass Darwin virklich meinte» (Lo que Darwin realmente pensaba), Das Magazin, 2009/1.
6. Hans Küng, «Existiert Gott?» (¿Existe Dios?), Piper 1978.
7. Pia Gyger, «Hört die Stimme des Herzens,Werdet Priesterinnen und Priester der kosmischen Walndlung» (Escuchen la voz del corazón, háganse sacerdotisas y sacerdotes de la Transformación cósmica), Kösel 2006.
8. Rupert Sheldrake, Una nueva ciencia de la vida.